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Albert Londres
2025 / 232 páginas / catalán
Albert Londres es considerado uno de los fundadores del periodismo de investigación. Es lo que hace en El jueu errant ha arribat, inicialmente una serie de veintisiete reportajes —el género que tan magistralmente domina— aparecidos a Le Petit Parisien en 1929 y recogidos después, en 1930, en formato de libro, que se considera su obra maestra.
La obra es el fruto de un largo viaje que había hecho para documentar, él que no era judío, la situación de los judíos en el mundo, especialmente en la Europa oriental y, en la época de los primeros asentamientos y también de las primeras masacres, en Palestina. El resultado es un relato impactante de como los judíos han sido perseguidos siempre por el simple hecho de serlo y premonitorio de cómo, a partir de esta realidad, podía suceder lo inimaginable: la Shoah, el Holocausto.
El jueu errant ha arribat ofrece también una perspectiva inestimable del periodo previo al nacimiento del Estado de Israel, el 1948, y de las luchas continuas que han asolado la región del Próximo Oriente desde entonces. Leer sus páginas es vivir las guerras que han enfrentado árabes y judíos, y el detalle y la precisión con que adjetiva pogromos anteriores talmente transporta al lector, por inverosímil que parezca, al ataque de Hamás del 7 de octubre del 2023. Por eso la obra es tan relevante hoy como lo fue cuando fue escrita: entonces, porque dio a conocer un mundo ignoto y recluido en sí mismo a causa de la persecución atávica que sufría, y ahora, porque el conflicto continúa vivo y un grave rumor de antisemitismo vuelve a recorrer peligrosamente Europa.
Albert Londres
(Vichy, 1884 - Golfo de Adén, 1932). A los diecisiete años, acabados los estudios secundarios, se va a Lyon donde hace de contable. No tiene oficio. En 1903 se traslada a París. Escribe poesía y quiere ser poeta. En 1906 empieza a hacer de periodista parlamentario para el diario Le Maten. Pero no es hasta la Primera Guerra Mundial que se revela como un observador agudo de pluma afilada y precisa. Se convierte en corresponsal de guerra y pasa a trabajar a Le Petit Journal y a Excelsior. Empieza la época de sus grandes reportajes a Le Petit Parisien. El muchachito que quería ser poeta acaba siendo un poeta de la historia inmediata, un cronista que necesitaba moverse, ver y sentir para juzgar y “poner la pluma a la herida”, y que la posteridad ha convertido en una leyenda del periodismo.